¡Bienvenidos, intrépidos viajeros y amantes de la historia! Hoy, desde ZEN Apartamentos, os invito a un fascinante paseo por el corazón palpitante de nuestra querida Cáceres: la Plaza Mayor. Preparaos para un viaje en el tiempo que os dejará con la boca abierta y el corazón lleno de emoción.

Imaginad por un momento que sois un viajero del siglo XV, llegando a Cáceres por primera vez. Lo primero que veríais sería esta majestuosa plaza, punto neurálgico y puerta de entrada a la ciudad monumental. Por el este, os encontraríais cara a cara con la imponente muralla, custodiada por la legendaria torre de Bujaco, el místico arco de la Estrella, la vigilante torre de los Púlpitos y la altiva torre de la Yerba. Al sur, el ayuntamiento y el foro de los Balbos os darían la bienvenida, mientras la bulliciosa calle Pintores, arteria comercial de la ciudad, os invitaría a perderos entre sus tiendas. Y si el hambre o la sed os acecharan, la fachada oeste, con sus encantadores soportales, os ofrecería un sinfín de bares y restaurantes donde reponer fuerzas.

Historia de la Plaza Mayor de Cáceres: De tierra polvorienta a corazón de la ciudad

Amigos, ¿os habéis preguntado alguna vez cómo nació este maravilloso espacio? Pues agarraos, que os lo voy a contar. Todo comenzó allá por el año 1303, cuando los primeros valientes decidieron construir sus casitas extramuros, junto a la imponente Torre de Bujaco. Pero la cosa no se quedó ahí. En 1478, ¡boom! Llegó la Judería Nueva, plantándose justo al lado de nuestra plaza.

Ahora, imaginad la escena: teníamos la judería vieja por un lado, con sus casitas apiñadas alrededor de la iglesia de Santiago, y la nueva judería por otro. ¿Y qué pensaron nuestros antepasados? «Oye, pues entre estos dos barrios podríamos montar un buen sarao». Y así, ni cortos ni perezosos, crearon este espacio abierto rectangular que hoy conocemos como Plaza Mayor, aunque en aquella época la llamaban simplemente «plaza pública». ¡Qué originales, eh!

En un abrir y cerrar de ojos, la plaza se convirtió en el centro neurálgico de la vida cacereña. Era como el Facebook de la época, pero en versión medieval y sin memes. Aquí se celebraban las fiestas más animadas, se montaban los mercados más coloridos, y los artesanos, desde zapateros hasta pintores, montaban sus negocios. La cosa se puso tan seria que en el siglo XVI decidieron construir los soportales, convirtiendo la plaza en un auténtico centro comercial al aire libre.

Pero no todo era jolgorio y comercio. Mientras dentro de las murallas los nobles y el clero vivían a cuerpo de rey, el pueblo llano se las apañaba como podía en el arrabal. La ciudad crecía a paso de tortuga, azotada por pestes y carestías. No fue hasta el siglo XIX, con la llegada de la Audiencia Territorial, que Cáceres dio el estirón, convirtiendo definitivamente a la Plaza Mayor en el corazón económico y social de la ciudad.

Y así, amigos míos, esta plaza ha sido testigo silencioso de cómo Cáceres ha pasado de ser un pequeño núcleo medieval a la vibrante capital que es hoy. ¡Si estas piedras hablaran, menudas historias nos contarían!

Arquitectura de la Plaza: Un mosaico de estilos y épocas

Ahora bien, ¿os habéis fijado en los edificios que rodean la plaza? La mayoría son bloques de viviendas de tres alturas, pero no os dejéis engañar por su aparente simplicidad. Entre ellos se esconden auténticas joyas arquitectónicas. Tenemos desde edificios religiosos, como la encantadora ermita de la Paz, hasta imponentes edificios institucionales como el Ayuntamiento. Y para los que venís de turismo, ¡hay hasta establecimientos hoteleros!

Un detalle curioso: si os fijáis bien, veréis que en las últimas décadas se ha puesto de moda encalar las fachadas. Pero no siempre fue así. Antiguamente, era común ver un enfoscado terroso que imitaba la sillería. ¡Cómo cambian las modas, hasta en la arquitectura!

Torre de Bujaco: La centinela de Cáceres

Amigos, si hay algo que me quita el aliento cada vez que lo veo, es la majestuosa Torre de Bujaco. Esta joya histórica es como el abuelo sabio de Cáceres, lleno de fascinantes historias del pasado. ¿Os imagináis a los antiguos habitantes de la ciudad musulmana mirando boquiabiertos esta imponente torre que corona la muralla? Yo sí, y os aseguro que la vista no ha perdido ni un ápice de su magia.

Pero ojo, que esta torre es toda una celebridad con varios nombres en su haber. Primero fue la «Torre del Reloj», por albergar el reloj del Ayuntamiento (imagino que para que nadie llegara tarde a las reuniones del concejo). Luego pasó a llamarse «Torre Nueva», aunque de nueva tenía lo que yo de astronauta. Y finalmente, en el siglo XX, se quedó con el nombre de Torre de Bujaco. ¿El motivo? Dicen las malas lenguas que tiene algo que ver con el califa Abu-Yacub, que reconquistó brevemente la ciudad medieval. ¡Menudo lío de nombres!

Ahora, fijaos bien en su estructura. Es una torre cuadrada, robusta como ella sola, que se adelanta estratégicamente a la muralla. ¿Y sabéis qué es lo más curioso? Se unía al camino de ronda mediante un puente. Sí, habéis oído bien, ¡un puente! Como si fuera poco impresionante por sí misma. Con el tiempo, le añadieron tres matacanes para reforzar sus defensas. Y aquí viene lo mejor: bajo uno de esos matacanes se esconde un balconcillo del siglo XVI. ¡Como para asomarse a ver el paisaje!

Sus muros, amigos míos, son una auténtica obra de ingeniería medieval. Gruesos como el caparazón de una tortuga, están hechos de mampostería con sillería en las esquinas. Y han aguantado ahí, firmes como una roca, desde su construcción en época musulmana. ¿Os lo podéis creer? Durante siglos estuvo encalada, pero hoy en día luce su piedra al natural, como diciéndonos: «Aquí estoy yo, con mis cicatrices y todo, pero más guapa que nunca».

image

Plaza Mayor de Cáceres. Vista a la Torre Bujaco y ermita de La Paz: ¡Un viaje en el tiempo en una sola imagen!

Ermita de la Paz: Un remanso de tranquilidad en el bullicio de la plaza

Y ahora, amigos míos, permitidme que os hable de un rinconcito que me roba el corazón cada vez que paso por la Plaza Mayor: la Ermita de la Paz. Esta joyita del siglo XVIII, enclavada en el mismísimo corazón de la plaza, es como un oasis de calma en medio del bullicio urbano.

Pero esperad, que la historia de esta ermita es digna de una novela. ¿Sabíais que bajo sus cimientos reposan los vestigios de una capilla renacentista dedicada a San Benito? Sí, señores, esta ermita tiene más capas que una cebolla. Pero lo mejor viene en 1720, cuando la cofradía de Nuestra Señora de la Paz se encontró en un aprieto del tamaño de una catedral: necesitaban un lugar para sus misas, pero los soportales de la ciudad estaban más llenos que el metro en hora punta. ¿Qué hicieron? Ni cortos ni perezosos, le pidieron permiso al obispo para darle una nueva vida a este espacio. Y vaya si lo consiguieron.

Ahora, imaginad la escena: tres majestuosos arcos de medio punto, sostenidos por unos pilares de piedra que parecen sacados de un cuento de hadas, dan la bienvenida a todo el que pasa. Y como guinda del pastel, una reja obra del mismísimo Juan de Acedo (sí, era todo un artistazo de la época) protege este tesoro como si fuera el Santo Grial.

Pero lo mejor está dentro, amigos. Al cruzar el umbral, te encuentras con un espectáculo visual que te deja sin palabras: una bóveda decorada con pinturas y detalles mudéjares que parecen querer contarte los secretos de siglos pasados. Y en el centro, como la estrella del espectáculo, un retablo que alberga una delicada imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, obra del genial Pedro Correa. Es como si el tiempo se hubiera detenido en este pequeño rincón de Cáceres.

Arco de la Estrella: La puerta al pasado de Cáceres

Amigos viajeros, si hay un lugar en Cáceres que me pone los pelos de punta cada vez que lo veo, ese es sin duda el Arco de la Estrella. Este arco no es solo una puerta, es una auténtica máquina del tiempo. Cada vez que lo cruzo, siento que estoy a punto de toparme con un caballero medieval o una dama renacentista.

Construido en 1726 por el genial Manuel de Lara Churriguera (sí, de la famosa familia de arquitectos Churriguera), este arco vino a sustituir a la antigua Puerta Nueva de la muralla. Y no es un arco cualquiera, no señor. Justo en ese lugar, la mismísima reina Isabel la Católica juró proteger los fueros y privilegios de la villa de Cáceres. ¡Menudo peso histórico!

Con su inconfundible estilo barroco, el arco es como un puente entre dos mundos: por un lado, la Cáceres medieval, encerrada tras sus murallas; por otro, la Cáceres moderna que florecía en torno a la Plaza Mayor (que por aquel entonces se conocía como Plaza del Mercado, mucho menos glamuroso, la verdad).

Pero lo más curioso es cómo está construido. El arco atraviesa la muralla en diagonal, ¡como si fuera un pasadizo secreto! Y no solo eso, se abre en forma de abanico, conectando nada menos que cinco calles diferentes. Es como si el arquitecto hubiera querido decir: «¡Que pasen todos, que hay Cáceres para dar y tomar!»

Y ojo al detalle: en su parte exterior, el arco luce orgulloso el escudo de Cáceres, como diciendo «Bienvenidos a la mejor ciudad del mundo» (que lo es, por supuesto). Y en su interior, escondido como un tesoro, hay un templete con una imagen de la Virgen de la Estrella, iluminada por un farolillo en forma de estrella. ¿No es para enamorarse?

Ah, y por si fuera poco, el arco tiene hasta su propia historia de intrigas. Resulta que hubo algunas disputas con el obispo por el diseño. Pero al final, el Cabildo Cacereño puso la pasta y se salió con la suya. Y menos mal, porque menuda maravilla nos dejaron.

Torre de los Púlpitos: La centinela convertida en palco VIP

¡Atención, amantes de la historia y las curiosidades! Vamos a hablar ahora de la Torre de los Púlpitos, esa belleza arquitectónica que se alza junto al famoso Arco de la Estrella. Esta torre, construida en el siglo XV, es como el guardaespaldas fornido de la muralla cacereña.

Lo primero que os llamará la atención es su material: sillería de piedra granítica. Sí, amigos, esta torre se construyó tres siglos después que la muralla almohade, y se nota que querían impresionar. Es como si dijera: «Eh, miradme, que yo también soy importante». Su planta cuadrada la hace parecer un cubo de Rubik medieval, conectándose firmemente a la muralla.

Pero lo más curioso son las dos pequeñas garitas en las esquinas. Son estas las que le dan su nombre de «Púlpitos». Imagináos a los guardias de la época, asomándose desde allí como si fueran presentadores de un noticiario medieval.

Ahora, fijaos bien en la base de estos torreones. ¿Veis esa decoración de pequeñas bolas? No es un capricho del arquitecto, no. Esa era la marca de la casa de los Reyes Católicos. Como decir: «Esta torre está patrocinada por Isabel y Fernando».

Y si alzáis la vista, veréis unas troneras en forma de cruz. No son para que los arqueros practiquen puntería, sino para disparar armas de fuego. Sí, esta torre estaba a la última en tecnología defensiva de la época.

Pero esperad, que lo mejor está por llegar. ¿Veis ese arco que conecta la torre con el jardín del palacio de Mayoralgo? Pues tiene una historia digna de una telenovela. Resulta que don José de Mayoralgo, el dueño de la casa, le pidió al Ayuntamiento construir ese arco para poder disfrutar de los eventos de la plaza desde la comodidad de su casa. ¡Ni más ni menos que un palco VIP en pleno siglo XVIII! Este señor sí que sabía cómo vivir la vida.

Torre de la Yerba: La atalaya almohade que desafió al tiempo

Y ahora, amigos míos, permitidme que os hable de la Torre de la Yerba. Esta atalaya almohade es como ese tío abuelo que todos tenemos: antiguo, con mucha historia a sus espaldas, y que se niega a moverse de su sitio pase lo que pase.

Veréis, esta parte de la muralla era como el talón de Aquiles de Cáceres. Estaba más expuesta que un helado al sol de agosto. Así que los almohades, que de tontos no tenían un pelo, decidieron reforzarla construyendo más torres defensivas. Y así nació nuestra querida Torre de la Yerba.

Pero no os confundáis, esta no es una torre cualquiera. Es un ejemplo perfecto de las torres albarranas, típicas de las fortificaciones hispano-musulmanas. ¿Y qué tiene de especial? Pues que está un pelín adelantada respecto a la muralla. Es como si dijera: «Eh, que yo soy la primera línea de defensa».

Lo más curioso es cómo se conectaba al paseo de ronda: mediante un puente o arco que, en caso de que las cosas se pusieran feas, podía ser derribado para cortar el paso al enemigo. ¡Menuda jugada táctica!

Si os fijáis bien, veréis que la torre tiene un cuerpo inferior macizo que llega hasta la altura del adarve. A partir de ahí, se desplegaban dos estancias, una encima de la otra. Y en lo alto, como guinda del pastel, unas almenas en forma de pirámide. No solo quedaban chulas, sino que además evitaban que el agua se colara dentro. ¡Prácticos que eran los almohades!

Pero la pobre Torre de la Yerba pasó sus años oscuros. Quedó atrapada entre edificios como una sardina en lata hasta los años 70. Fue entonces cuando por fin la liberaron y recuperó su esplendor original. Le pusieron un almenado nuevo, que es el que podemos ver hoy en día. Es como si le hubieran hecho un lifting a la abuela de las torres cacereñas.

Y para que os hagáis una idea de lo antigua que es esta torre, os cuento: la construyeron en la segunda mitad del siglo XII. Sí, amigos, estamos hablando de una época en la que el movimiento almohade se extendía por la Península como la pólvora. Se quedaron por aquí hasta 1212, cuando la batalla de Navas de Tolosa les dijo: «Hasta aquí hemos llegado».

image

Vista a la torre de la Yerba, Foro de los Balbos y ayuntamiento desde la Plaza Mayor: ¡Un panorama que te transporta a otra época!

Foro de los Balbos: Donde los dioses y las bestias se dan cita

Ahora, amigos míos, preparaos para una dosis de mitología y historia en el Foro de los Balbos. Este rincón de la Plaza Mayor es como un cóctel de culturas servido en piedra.

Lo primero que os va a llamar la atención son dos elementos que destacan como un pulgar dolorido: la estatua de la Diosa Ceres y el Pilar de San Francisco. Vamos a por partes, que esto es más interesante que un capítulo de Juego de Tronos.

Empecemos por el Pilar de San Francisco. Este no es un simple abrevadero donde los animales venían a refrescarse. No, señor. Estamos hablando de una auténtica joya arquitectónica del siglo XVI, de estilo plateresco, construida nada menos que durante el reinado de Felipe II. ¡Menudo pedigrí!

Este pilar es como un libro de historia tallado en piedra. Tiene tres partes, y cada una cuenta una historia. En las esquinas, los escudos de Cáceres nos saludan como diciendo «Eh, que estáis en la mejor ciudad del mundo». Pero el protagonista es el escudo de los Reyes Católicos, que se alza en el centro como un influencer en Instagram.

Y ojo al detalle: el escudo está dividido en cuatro partes. En la primera y la cuarta, Castilla y León se pavonean. En la segunda y la tercera, Aragón y Cataluña dicen «Aquí estamos nosotros». Y como guinda del pastel, una granada en la base nos recuerda la conquista del Reino de Granada. ¡Es como un resumen de la unificación de España en un solo escudo!

Pero esperad, que hay más. El blasón de Cáceres es como un cómic medieval: a la izquierda, un castillo que grita «¡Castilla!» y a la derecha, un león que parece decir «¡León presente!». Cada detalle es una aventura en sí mismo.

Y ahora viene lo mejor: este pilar no siempre estuvo aquí. Antes de 1970, vivía felizmente en el puente de San Francisco. Pero alguien decidió que merecía un lugar más céntrico, y aquí lo tenemos, presidiendo la plaza como un rey en su trono.

Pero la estrella del Foro de los Balbos es, sin duda, la Estatua Genio Andrógino, más conocida como «Diosa Ceres». Esta belleza es una auténtica reliquia romana del siglo I. Y no es una estatua cualquiera, no. Representa tanto al hombre como a la mujer en una especie de simbiosis de géneros. Es como si los romanos hubieran previsto los debates de género dos mil años antes.

La estatua está vestida como para ir a una gala de los Oscar romanos, y en su mano izquierda sostiene el cuerno de la abundancia. Es como si nos dijera: «Tranquilos, que en Cáceres nunca os va a faltar de nada». Eso sí, la parte de atrás está un poco descuidada, pero es que los romanos la colocaron pensando que nadie iba a verla por detrás. ¡Vaya previsión!

Un detalle importante: la que veis en la plaza es una réplica. La original está en el Museo de Cáceres, protegida de las inclemencias del tiempo y de las palomas. Pero no os preocupéis, la réplica es tan impresionante que os dejará boquiabiertos igualmente.

Ayuntamiento de Cáceres: El palacio del pueblo

Y ahora, amigos, vamos a hablar del edificio que representa el poder del pueblo: el Ayuntamiento de Cáceres. Este edificio es como ese vecino elegante que siempre va impecable: de estilo neoclásico, diseñado por el arquitecto Ignacio María de Michelena. Y ojo, que no es tan viejo como parece: las obras empezaron en 1867 y se terminó en solo dos años. ¡Más rápido que algunas obras de hoy en día!

Lo más chulo está en la planta superior, el piso noble. Tiene una balconada que quita el hipo, sostenida por unas ménsulas que parecen sacadas de un cuento de hadas. Es desde aquí donde el alcalde sale a saludar en las fiestas, como si fuera el balcón de Buckingham Palace, pero en versión extremeña.

Y si alzáis la vista, veréis el escudo de Cáceres coronando el edificio, flanqueado por una balaustrada que parece el encaje de una mantilla. En el centro, un frontón triangular con un reloj nos recuerda que hasta el tiempo se detiene en Cáceres para admirar tanta belleza.

Oficina de turismo de Cáceres: tu mejor aliada en la aventura cacereña

Y para terminar nuestro tour, no podíamos olvidarnos de mencionar la Oficina de Turismo. Situada en el corazón de la Plaza Mayor, es como el oráculo de Delfos para los visitantes: allí encontraréis todas las respuestas a vuestras preguntas sobre Cáceres.

Os dejo los horarios para que no os pillen por sorpresa:

  • En invierno: Abierta todos los días de 1000 a 1400 y de 1630 a 1930. Perfecto para escaparse del frío y planear la siguiente etapa de vuestra aventura.
  • En verano: De 1000 a 1400 y de 1730 a 2030. Ideal para refugiarse del calor y recargar las pilas antes de seguir explorando.

Y por si necesitáis contactar con ellos:

  • Teléfono: 927 11 12 22 (por si os perdéis en el laberinto de callejuelas medievales)
  • Dirección: Plaza Mayor, 1, 10003 Cáceres (justo en el corazón de la acción)
  • Correo Electrónico: [email protected] (para los que prefieren planificar con antelación)
  • Sitio Web: https://turismo.caceres.es (una mina de oro de información)

Remodelación: la Plaza Mayor se pone guapa

Y para terminar, un dato fresquito: en marzo de 2011, la plaza se sometió a un lifting completo. Se reurbanizó y remodeló para adaptarla a los nuevos tiempos. Ahora tenemos una Plaza de Verano para disfrutar de las noches estrelladas, una Plaza de Invierno para acurrucarse con un buen chocolate caliente, un nuevo Foro de la Música para los melómanos, y un gran espacio libre central para eventos multitudinarios. Es como si la plaza hubiera dicho: «A ver, que yo también sé ponerme moderna cuando quiero».

Imaginaos las posibilidades: conciertos bajo las estrellas en verano, mercadillos navideños en invierno, festivales de teatro en primavera… ¡La Plaza Mayor se ha convertido en un escenario cambiante, listo para adaptarse a cualquier ocasión! Es como tener cuatro plazas en una, un auténtico chollo para los cacereños y visitantes.

Y lo mejor de todo es que han conseguido modernizarla sin perder ni un ápice de su encanto histórico. Es como si hubieran logrado meter un iPhone en un cofre medieval: toda la funcionalidad del siglo XXI con el sabor de siglos de historia.

Así que ya sabéis, queridos viajeros del tiempo y amantes de la historia: cuando vengáis a Cáceres, la Plaza Mayor os espera con los brazos abiertos, lista para ofreceros un viaje a través de los siglos. Desde los almohades hasta nuestros días, pasando por judíos, cristianos, nobles y plebeyos, cada piedra, cada rincón, cada edificio tiene una historia que contar.

Y vosotros, ¿estáis listos para formar parte de esa historia? Venid a Cáceres, pasead por su Plaza Mayor, sentaos en una terraza a disfrutar de un buen vino de la tierra, y dejad que los siglos os susurren sus secretos al oído. Porque en Cáceres, amigos míos, el pasado no es algo que se estudia en los libros: es algo que se vive, se respira y se siente en cada paso que dais.

Os espero en la Plaza Mayor de Cáceres, donde el tiempo se detiene y la historia cobra vida. ¡Hasta pronto, viajeros!